Si la física y la biología molecular protagonizaron los grandes avances científicos en la primera y segunda parte del siglo XX respectivamente, la ciencia de los materiales y sus aplicaciones tecnológicas serán la llave del avance humano en este siglo. EEUU y, en menor medida Japón y Europa, dominaron aquellas disciplinas y desde ellas el mundo. El dueño de la nueva llave es China y, apoyado en su creación científica, bien puede ser el nuevo amo del planeta. Va camino de ser la primera en investigaciones científicas y número de patentes.
De las varias formas de medir la potencia científica de un país, la más aceptada es la publicación de investigaciones en revistas científicas especializadas. Cuantos más papers publique un país en cabeceras como Nature, Science o Cell mejor salud tendrá su ciencia. Desde hace años la compañía Thomson Reuters rastrea entre unas 11.500 publicaciones que cubren 250 campos de la ciencia para elaborar índices e informes basados en estos datos. El último, publicado la semana pasada, se centra en la ciencia y la tecnología de los materiales. Primo hermano de la química, la física y la ingeniería, este campo interdisciplinar se centra en la estructura y propiedades de metales, cerámicas o polímeros. Sin su dominio, la moderna electrónica o la informática no habrían sido posibles. También la reciente nanotecnología o el aprovechamiento de las energías renovables no serían posibles sin su concurso. Hay algunos materiales tan recientes como el grafeno, descubierto en 2004 ( seis años después sus descubridores recibieron el Nobel) que promete servir para casi todo. Tal es la importancia de esta nueva disciplina que, ya en 2009, las investigaciones en este campo superaron a las dedicadas a la química, la ingenería y la, antes todopoderosa, física.
Pues la reina de este nuevo campo es China. Según el Global Research Report: Materials Science and Technology, la ciencia de los materiales china superó en 2002 a la de Japón, dos años después a la estadounidense y, para final de este año, se espera que alcance a la producida por la Europa de los 15. China ha pasado de generar unas irrelevantes 50 investigaciones publicadas a más de 12.000 en 2009 y un total de 55.000 trabajos en los últimos cinco años. Para hacerse una idea, en el mismo periodo, la ciencia española generó 6.429.
El dato viene a sumarse a otros que indican el surgimiento de China como la principal potencia científica, tras el reinado de Europa en el siglo XIX y EEUU el siglo XX. A finales del año pasado otro estudio de Thomson Reuters ya estableció que el enorme país asiático superaría a Japón y EEUU en número de patentes presentadas este mismo año. El ritmo de crecimiento de las patentes chinas es impresionante. Desde 2003, China ha asistido a un crecimiento anual del número de registros de un 26,1%. El segundo en el ránking es EEUU, con un 5,5% de incremento anual. Según el estudio, el impulso del Gobierno, con una agresiva política de reducción de impuestos a los que reinvertían sus ganacias en I+D, ha sido una de las claves.
Si el análisis desciende hasta la tipología de las patentes, China, o al menos su investigación, está dejando de ser un país eminentemente agrario. La innovación centrada en la agricultura, orientada a la producción de alimentos, ha crecido muchísimo menos que la destinada a la alta tecnología. Así, las patentes relacionadas con la informática han crecido un 4.861% entre 1998 y 2008 frente al 552% que subieron las relacionadas con productos naturales. Con todo, ya la última cifra es espectacular. China va camino de dejar de ser un enorme factoría de productos baratos o una planta de ensamblaje de lo que inventan otros para convertirse también en una fábrica de ideas. O peor aún, seguirá siendo un gigante fabricando al tiempo que se encarama a la primera posición de la innovación. A ver que queda para los demás.